domingo, 28 de febrero de 2010

El hábito de la esclavitud

máxime cuando no están acostumbrados a vivir libres…
manteniendo las mismas condiciones y no alterando las costumbres,
los hombres vivirán tranquilamente… no debe cambiar
(el nuevo príncipe) ni las leyes ni los intereses particulares
NICOLÁS MAQUIAVELO, El Príncipe, III,3,16-17.

    Hay quienes no están habituados a vivir en libertad.. Esto no forma parte de sus costumbres. El hábito que los inhabilita para ello es el haber aceptado su esclavitud. Han hecho de él su virtud. Gracias a él logran sobrevivir. Y en esto son, paradójicamente, ciudadanos virtuosos.

    En ellos el hábito de ser esclavos está estrechamente ligado a su sobrevivencia. Todo hábito, de alguna manera, es un oficio. Y el que el esclavo ejerce de sol a sol es el de escamotearle mendrugos de vida a la muerte. Así transcurren sus días y sus noches. Esto se le torna natural. Toda esclavitud es -en un triste y malentendido juego contra la muerte– una suerte de trueque, cotidiano y prolongado, de libertad por supervivencia. Supone el doble error de creer que la libertad es una pieza canjeable en el juego de la vida. y que lo es impunemente. Que sea la vida la que pierda es inevitable. Pero la costumbre, artesana que todo lo lima y empareja, fragúa el consuelo de una nueva ilusión. Y la esclavitud besará las manos del amo por el festín concedido de su supervivencia.

    Vegeta una felicidad melancólica en el alma de todo esclavo: la de sentirse seguro de sobrevivir, a pesar de la certeza inevitable de su vacuidad. Por ella es capaz de dar su vida, aunque diga ofrendarla por su amo. (Una suerte de orgullo yace en él, quizás porque orgullo y esclavitud son frutos de una misma indigencia). Todo esto es, por cierto, necedad. Y no se conoce necedad que no sea hija de alguna esclavitud.

    La paradoja de la esclavitud es la de la libertad de ser esclavo. Nadie puede arrogarse la necia prerrogativa de nacer tal. Se nace libre, no esclavo, para hacerse -libremente, en última instancia- libre o esclavo.

    No cambiar las leyes, no cambiar las reglas, no cambiar las condiciones ni los intereses particulares, no cambiar las costumbres. En esto radica, las más de las veces, el poder del amo. Y, sin duda, siempre desde esa falsa cortesía que tiene como objeto la tranquilidad del esclavo. Quizás el secreto de todo poder sea el ocultamiento de la propia debilidad en el tributo de honra que el esclavo le requiere bajo la forma de la tranquilidad. Hacer que nada se modifique, que la costumbre de la esclavitud tenga por compañera la costumbre de nada cambiar. Para que la esclavitud sea rancia y se pondere de ella, como su blasón, su inconmovible estabilidad frente a la encarcelada libertad. Trueques de monedas falsas, como necesariamente falsa es la relación entre amo y esclavo, poder y sujeción.

    Agustín de Hipona había definido la paz como la tranquilidad que surge del orden, tranquilitas ordinis. Es curiosa esta definición que atravesó los siglos y cuya validez cultural todavía hoy perdura. Esta tranquilidad del orden no puede eliminar de la mente del hombre contemporáneo la sospecha de sutiles y nuevas esclavitudes. Ni tampoco el pensamiento de que toda negación del orden ha de ser necesariamente rebelión para el amo. Y más: que toda negación del orden justifique la represión o la guerra...

ooooo

(Una acotación final. Quitarse el hábito, el costume -el traje, la ropa- de la esclavitud es asumir el riesgo de mostrar la propia desnudez, la oculta y ocultada impotencia creativa de vida, y es, también, enfrentar el peligro de una muerte causada por la intemperie y la desprotección. Es quizás este temor a la desprotección el mayor y más sutil enemigo de la libertad y el aliado más eficaz de la esclavitud... Finalmente, inducir a la sujeción, condicionar la costumbre, hacer palanca sobre los temores son, entre muchas, formas eficaces de transformar a hombres nacidos libres en esclavos. Sólo pueden ser agentes de esta inicua transformación aquellos que, nacidos libres, optaron por la esclavitud de ser amos).

1 comentario:

  1. ¡Me encantó!, señor Calamita.

    “Quitarse el 'hábito', el 'costume'
    -el traje, la ropa- de la esclavitud
    es asumir el riesgo de mostrar la propia desnudez,
    la oculta y ocultada impotencia creativa de vida,
    y es, también, enfrentar el peligro de una muerte
    causada por la intemperie y la desprotección".

    (Tristemente bello)

    ____

    Creo que la libertad es
    un artículo de lujo
    que pocos deciden darse.
    Y es que es costoso hacerlo
    y demanda valor,
    un valor poco valorado
    hoy por hoy.

    Se puede ser esclavo de un gobierno,
    de la pareja, del estatus,
    de los amigos, hijos o adicciones.

    Pero considero que la esclavitud
    más generalizada,
    es la religiosa.

    Por medio de esta
    millones de personas
    se dejan controlar.

    Dejan otros les señalen,
    el rumbo de su vida.

    Permiten qu les atan su mente,
    que yo considero la peor clase
    de esclavitud que existe,
    y siguen dogmas a ciegas,
    sin cuestionar su validez;
    sin protestar ni dudar.

    Alguien dijo que quien vive
    desde un patrón ajeno,
    es que no ha encontrado
    su propio estilo.

    Pero lo peor de todo es que
    ni siquiera consideran la posibilidad
    de quitarse losgrilletes;
    de salirse del corral.

    No se conciben fuera de este.
    Es su casa, su seguridad, su refugio.
    Fuera de este está el peligro.
    Existen toda clase de riesgos,

    pero no saben que también
    hay un sinnúmero de satisfacciones
    que solo en la libertad se conocen.

    “Angeles Mastreta, escritora mexicana,
    dijo por medio de uno de los personajes
    de su novela “Mal de amores”,
    que “No correr riesgos es el único riesgo
    que no debemos dejar de correr”. Me encanta.

    Hace algún tiempo, escribí una reflexión
    sobre la autonomía que es uno
    de los antónimo y la antítesis de esclavitud.

    La transcribo:

    La consecución de la autonomía
    es uno de los objetivos
    que el ser humano pleno busca
    como parte de su evolución.

    Una persona autónoma es la que funciona
    en nivel consciente más permanentemente;
    un individuo cuyas respuestas automáticas
    a los estímulos vivenciales cotidianos
    disminuyen cada vez más.

    En general, las personas autónomas son
    más proactivas y menos reactivas.

    La conducta de una persona autónoma
    está generada y motivada
    por su autovaloración.
    Su propia dignidad se la dicta:
    considera que un comportamiento nocivo
    para otros o para sí es indigno de ella.

    El individuo autónomo crea su
    propia fórmula para funcionar
    óptimamente sin renunciar
    a sus íntimas convicciones.

    Tal fórmula nunca es rígida,
    y puede revaluarse y modificarse
    de acuerdo con nueva información,
    experiencia, ensayos, aciertos y errores.

    Solo la persona autónoma será capaz
    de comprometerse conscientemente
    por una causa ajena,
    que podrá hacer propia.

    Solo la persona autónoma, que ha
    conseguido un grado importante
    de libertad interior respecto de esquemas
    heredados o impuestos,
    podrá dar un SÍ o un NO genuinos.

    Solo la persona autónoma
    aceptará el arbitrio de otro u otros
    con serena tolerancia.

    Solo la persona autónoma,
    reconociendo la riqueza de la
    diversidad individual propia y ajena,
    es capaz de estar y convivir
    en respetuoso desacuerdo
    y, al mismo tiempo,
    en acogedora aceptación.

    Quizá, a veces, una persona autónoma,
    puede adolecer de algunas disfunciones,
    pero estas serán leves, y será capaz
    de navegar en las turbulentas
    aguas del mundo sin excesivos tropiezos
    paralizantes y nulificadores.

    Una persona autónoma, cuando cae,
    se levanta y continúa, y, a veces,
    corrige su rumbo y su esquema.

    Amabeli

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